Antes que nada, quiero agradecer a mi buen amigo, Alí Naranjo, quién compartió conmigo esta idea, y que me sembró la curiosidad para investigar más sobre este tema, ya que, dadas las circunstancias que se han presentado en este inicio de mi año 52 de vida (habiendo cumplido este 14 de febrero mis primeros 51 años), me han hecho reflexionar sobre las 3 ideas que el Ritual del Fuego Nuevo, Xiuhtizitzquilo, me han inspirado: Renovación, Unidad y Compartir.
El Fuego Nuevo era un ritual celebrado por lo mexicas para celebrar el Xiuhmolpilli (atadura de años), la coincidencia en el inicio de los calendarios Xiuhpohualli (La cuenta de los años formados por 365 días, que era el Calendario Civil) y el Tonalpohualli (Ciclo calendario de 260 días que era el Calendario religioso), lo que sólo podía ocurrir después de 52 años.
El momento exacto en que se realizaba, era cuando las Pléyades o «cabrillas» llegaban al punto más alto del cielo. Para los Aztecas la constelación de las Pléyades se llamaba Tianquiztli, que significa el «lugar de reunión» y era considerado un signo importante de la continuidad de la vida.
Si bien este momento despertaba grandes temores, también invitaba a todos los pobladores, sacerdotes y guerreros, a la esperanza de que el Nuevo Sol iba a surgir de nuevo, y la vida continuaría por otro ciclo de 52 años. Primero se apagaban todos los fuegos, se tumbaban las piedras del hogar y las estatuas de los dioses, se destruía toda vajilla y se barría, pues todo debía ser renovado, y entonces, todos estaban atentos al momento en que las Pléyades seguían su camino en el firmamento, y los Sacerdotes encendían ese Fuego Nuevo.
En el preciso momento en que las Pléyades llagaban al cenit, en el santuario en la cima del cerro, Huixachtécatl, “el de los árboles espinosos” (actual Cerro de la Estrella) situado al sur de México, cerca de Colhuacan, “lugar de los que tienen antepasados”, un sacerdote encendía el Fuego Nuevo sobre el pecho de un prisionero de guerra noble, un Tlazopilli (“príncipe precioso”), que inmediatamente después era sacrificado. Se encendía un gran brasero y se “le alimentaba y vivificaba” arrojando a él el corazón, y luego el cuerpo de la víctima.

Si bien la ceremonia en si es algo impresionante, cómo muchos de los rituales Aztecas, el ofrecer lo mejor del pueblo, a sus mejores hombres, e invitar a todos a esa renovación, permitía tener una nueva perspectiva, una nueva esperanza que motivo a que ese pueblo, en menos de 200 años, se convirtiera en uno de los más poderosos e influyentes en Mesoamérica. De ahí, la primera idea, la Renovación.
Revisar lo que hemos hecho, aprender de las experiencias, de nuestros familiares y amigos, y destruir todo aquello que no sea benéfico para nuestra vida, nuestra alma, y nuestra convivencia con los demás. Es el tiempo de reflexionar, planear y visualizar lo que queremos en este nuevo ciclo de nuestra vida. Si bien la Ceremonia se hacía en esa coincidencia de calendarios, cada 52 años, también había ceremonias cada año, no de la importancia del Fuego Nuevo, pero eso nos indica que nosotros también podemos hacer este proceso de renovación cuantas veces sea necesario, cada vez que sepamos y sintamos que tenemos nuevas expectativas y esperanzas.